martes, 19 de febrero de 2013

INDIGENTE.

La idea de realizar este personaje, una indigente que duerme en la calle y ha recibido una paliza, surgió un día tras leer una noticia en el periódico. La cual se puede leer a continuación y que me impactó muchísimo.
“UNA FAMILIA NORMAL”.
El móvil del 9-1-1 responde a otra llamada y recorre las inmediaciones del parque San Martín. “Aquí se vienen a quedar muchos indigentes por las noches. Este es su hogar”, explicó un oficial. Junto a un respiradero cloacal de Catamarca y Mendoza, un bulto delata a un grupo de personas que busca cobijarse entre sí. Son tres varones y una mujer, todos rodeados de perros que sirven de foco de calor para los indigentes. Cuando son advertidos por los policías sobre las bajas temperaturas, dos se niegan a seguirlos. La mujer y un muchacho, con evidente retraso madurativo, se suman al mecanismo del operativo. La mujer declaró que hace unas horas, había recibido golpes de varios muchachos del barrio que pasaban por allí mientras ella intentaba dormir y se ensañaron con ella, dolida y algo cojeando  se subió al móvil. Desde ahí son conducidos hacia la Central de Policía, donde fueron atendidos por los médicos oficiales. Una vez allí, el médico propuso que la mujer sea atendida en algún hospital.
“La mayoría presenta el mismo cuadro de escoriaciones y golpes múltiples. Algunos tienen heridas mal curadas y una alimentación muy deficiente. Pero, casi la totalidad sufre alcoholismo o problemas psiquiátricos; lo único que podemos hacer es derivarlos. Es la Policía la única que se encarga de ellos. Incluso la Cooperativa Policial dona colchas, comida y remedios para que los atiendan. No conozco ningún otro programa del Estado que tenga en cuenta al indigente callejero”, comentó el médico oficial a este diario.

 La mujer que fue llevada del parque explicó que no está en la calle desde hace mucho. “Mi marido me ha echado de la casa. El ahora tiene otra. Cuando voy a la casa, me hacen lavar la ropa de ellos y yo ya no quiero vivir así. Prefiero estar con ellos (por los otros indigentes) que me cuidan y me quieren. A la casa no voy a volver nunca”, dijo, antes de ser llevada hasta una salita de la periferia, la única que esa noche tenía personal médico dispuesto para su atención. “¿Y mañana? No sé. Ya voy a ver. Voy a ir pedir comida desde temprano. A veces como en la Iglesia o en lo que me deja la parrilla que hay en la Virrey Toledo”, confesó y agregó: “Ahí hay un cocinero que siempre me da cosas para comer. El me dice: ‘No andes en la calle, vos sos mujer y es peligroso’, pero yo no voy a dejarlos a ellos que están en la calle. Porque son mi verdadera familia”, dice la mujer.
Tras leer esta noticia que me conmovió bastante, cada vez que paseo por las calles de Sevilla y veo indigentes observo que quienes pasan junto a ellos ni se dan cuenta de que existen. Buscan refugio en cada uno de los rincones de la ciudad, en donde su invisibilidad los protege. Adentro de casillas de gas, en los umbrales de los negocios, en autos abandonados o en bancos de plazas, viven sin otro objetivo que llegar al día siguiente. Son tan huidizos que nadie sabe dar el número exacto de cuántos habitan en la capital. Y cuando son atendidos por cualquier ente oficial, se descubre que muy pocos de ellos tienen papeles que certifiquen sus identidades. 
“Hay muchos que no quieren dejar los lugarcitos que han encontrado para resguardarse, por miedo a que otro indigente se los arrebate. O se quedan para cuidar las mínimas pertenencias que dejan ahí, trapos, botellas. O directamente están tan acostumbrados a vivir de esa manera, que prefieren seguir como todas las noches, aunque las temperaturas sean un verdadero peligro, ya no les importa”.
Tendríamos que conocer los motivos por los cuales una persona llega a ese extremo de la vida, hay muchos que no tienen realmente nada solo lo que la calles les ofrece, otros que están así debido al alcohol o las drogas, pero hay otros muchos que han decidido llevar esa vida por su propia voluntad como el caso de la mujer de la noticia, otro que ya no quieren la vida que llevaban y lo dejan todo… Hay mil motivos por los cuales una persona llega a este extremo, y no por este motivo son menos que los que tienen un techo donde dormir o dinero para tener lujos, son personas como los demás y no deberían sufrir esas palizas ni ese rechazo de la sociedad. No hay derecho a que mueran por no ser atendidos cuando lo necesitan o por el frío en la noche porque no tienen donde resguardarse…



 











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